Viernes, 8 de noviembre. Centro Cívico a las 9:30 noche.
Nominada a los Premios Goya como mejor película y mejor director, “Entre dos aguas” obtuvo en el Festival de San Sebastián la Concha de Oro a la mejor Película, pero no se quedaron ahí sus premios: Mejor película y mejor actor en el Festival de Mar del Plata, Premio Especial en los Premios Feroz, 7 galardones en los Premios Gaudí. Todo un brillante palmarés para esta película de Iñaki Lacuesta, que nos ofrece un reflejo lleno de vida y emoción del país en que vivimos.
Isra y Cheíto son dos hermanos que han tomado caminos muy diferentes en la vida. Cuando Isra sale de la cárcel y Cheíto termina una larga misión enrolado en la Marina, ambos regresan a la Isla de San Fernando. El reencuentro de los hermanos renovará el recuerdo de la muerte violenta de su padre cuando eran niños; la necesidad de retomar sus vidas y reconciliarse con ellos mismos les unirá de nuevo. Ésta sería la pequeña sinopsis de “Entre dos aguas”, que llega doce años después de su anterior película “La leyenda del tiempo” y con la que vuelve a San Fernando.
Si “La leyenda del tiempo” tomaba como título el de la célebre canción y álbum de Camarón de la Isla para realizar un retrato introspectivo de algunos habitantes de la gaditana Isla de San Fernando, allí donde nació el cantaor, Isaki Lacuesta, regresa a la Isla para mostrar en “Entre dos aguas” y el título remite ahora a Paco de Lucía, con quien Camarón tuvo sus más y sus menos. Entre dos mundos se encuentra Israel Gómez Romero, Isra, el niño de “La leyenda del tiempo” que ha crecido y lo ha hecho como ha podido.
Isra y Cheíto ya no tienen unos pocos años, sino que son adultos. Uno, el que no quería alejarse del terruño gaditano, es ahora militar y no para de viajar. El otro, marcado por el asesinato de su padre, el más herido por la vida y el que quería irse, no se ha movido. O mejor dicho, sí lo ha hecho pero solo para ir a la cárcel por trapichear con drogas.
Lacuesta los filma con respeto y sin paternalismos. Isra, el niño guapo, es ahora incapaz de mantener a su familia, de la que está expulsado. Cheíto, el feo, es un hombre respetable, que ha encontrado su lugar en el mundo en la ocupación más insólita. La cámara recoge sus andanzas y, en ocasiones, se convierte en tierno testigo de la felicidad, como en la genial secuencia de Cheíto haciendo el amor con su esposa. En otras, se contagia del divagar de Isra en pos de… nada. Vidas supervivientes en un medio hostil, pero que se empeñan en salir adelante. Como hacemos todos.Por eso esta película nos concierne: porque es la vida misma, porque es verdad y porque fue considerada una de las mejores películas españolas del pasado año.